miércoles, 5 de octubre de 2011

Lilia Santaella: virtuosa, consagrada y mexicanísima de pura cepa

Un 5 de octubre nació la destacada pedagoga, intérprete y promotora de la cultura mexicana Lilia Santaella Abud. A mujer tan valiosísima, laboriosa y tenaz, que mucho representa para su país y en particular para el Estado de Durango, dediqué estos apuntes que forman parte de un libro en preparación. Como una manera de felicitarla, deseo compartirlos con todos mis lectores. ¡Feliz Cumpleaños, Lilia! 
Nos conocimos hace varios años, en aquel inolvidable verano de 1997 cuando la Escuela de la Música Mexicana tenía su sede en la calle Mascareñas. Tan pronto la vi – había ya escuchado un disco suyo – caí en la cuenta de que estaba frente a una personalidad de indiscutible talento y de un magnetismo sin límites, porque Lilia es de esa gente que atrapa y roba el cariño de quienes la conocen.

Al principio – lo reconozco – ella se resistió un poquito a conocerme, porque los artistas son así. Tal vez por desconocer mis verdaderas intenciones, esta dama tan especial intentó darme un protocolar recibimiento
que se selló finalmente entre sonrisas, un fraterno beso y abrazos.
Lo cierto fue que entre nosotros nació espontáneamente un sentimiento de amistad y familiaridad que se consolida con el transcurso del tiempo. A Lilia, Durango la quiere – lo mismo que en todo México y fuera de aquí, incluyendo Cuba – pero estoy convencido de que a pesar de ese cariño y devoción por tan destacada figura, es mucho más lo que se le debe querer y admirar. Sin contar sus excelentes dotes como intérprete de la mejor música mexicana, entre sus otras excepcionales virtudes cuenta la consagración en pro de la defensa de los más auténticos valores patrios de su cultura. Lilia fundó hace más de una década la Escuela de la Música Mexicana del Gobierno del Estado de Durango. Fue una iniciativa suya que tuvo el decidido apoyo del entonces Gobernador del Estado, Lic. Maximiliano Silerio Esparza. Maestra de profesión, en su pasión por la enseñanza, quiso Dios que su vocación se encaminase finalmente al ámbito musical. En la Escuela que fundó y – para suerte y felicidad de Durango – Lilia continúa dirigiendo, se forman músicos, agrupaciones, intérpretes y danzantes que tendrán la ardua responsabilidad de otorgar perdurabilidad a los valores que dan sentido a lo mexicano y en particular. En este noble proyecto tiene mucho que ver la posición geográfica del territorio que lo ha salvado de los excesivos influjos de un mundo globalizado, y donde su gente – noble y laboriosa – se solaza de contar con una ciudad sumamente apacible, cual oasis en medio de los ajetreos y tensiones de una existencia postmoderna que amenaza con destruir la ecología espiritual del ser humano. Innumerables son los resultados que puede mostrar con orgullo Lilia Santaella gracias a la Escuela de la Música Mexicana que ella inspiró. Esteban y Lauro, que hoy son dos afamados intérpretes se forjaron allí desde su niñez; casos similares son los del grupo Voces de Durango – con varias generaciones – y el Mariachi Juvenil Tradición Mexicana. No me perdonaría obviar la mención del Grupo de Danza Folklórica “Ometochtli”, ni la recién fundada Banda, agrupación muy diseminada por los territorios del centro, occidente y norte de México, ni al grupo vocal Las Calandrias. ¡Y que me perdonen si olvido algo! Dijo José Martí que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, y basado en ese mismo axioma me atrevería a expresar que “toda la gloria de la Escuela de la Música Mexicana no cabe en un solo libro”. Es de imaginar que ha costado esfuerzos cuanto Lilia ha alcanzado para su Escuela. Trabajo, esfuerzos, lidiar con las incomprensiones y hasta sufrir ingratitudes han sido el caro precio de un resultado meritorio. Es que no hay luz sin tinieblas ni parto sin dolor. Toda grandeza acarrea el precio de soportar incomprensiones. Entre los grandes esfuerzos de la maestra Lilia Santaella cuenta su constante lucha por obtener un local definitivo para la Escuela para que el desarrollo académico se realice en óptimas condiciones. Sé que, finalmente, eso se conseguirá porque las causas nobles más temprano que tarde, aunque con sudor y tal vez lágrimas, siempre culminan en el éxito. Otra de las virtudes de su Escuela es que existe una vinculación muy estrecha con los padres de los alumnos. Creo que ahí radica uno de los pilares que sustentan la institución. Los padres ofrecen su apoyo, y da gusto ver con qué entusiasmo se involucran en las actividades de sus hijos, lo mismo en las Callejoneadas dominicales, como en celebraciones civiles o en cualquier presentación dentro o fuera del municipio cabecera del Estado. Lilia es una maestra sumamente exigente, y eso los padres lo consideran. Para ser alumno de la Escuela de la Música Mexicana, es condición sine qua non ser un buen alumno en los cursos regulares de enseñanza. Si las notas en clase no andan bien, entonces no se puede seguir en la Escuela de la Música Mexicana. Esta condición estimula a los muchachos a seguir esforzándose en sus estudios normales; así, además de forjarse buenos músicos, también se preparan como futuros profesionales en ramas tan diversas como la ciencia y la técnica. Son palpables los casos de alumnos de la Escuela de la Música Mexicana que ya cursan carreras de Medicina y Estomatología, entre otras. Tanto trabajo y desvelo hacen a Lilia olvidarse de los días de descanso, tan necesarios como los de labor, pero su pasión por la Escuela de la Música Mexicana la mantiene en función de sus proyectos hasta mientras duerme. Son numerosos los reconocimientos que se le han otorgado a la institución y a su persona en especial, todos bien merecidos. Frecuentemente me llega la noticia de alguna nueva Presea o un Homenaje a su incesante labor. Los s conocen – lo mismo que yo – cuán homenajeada ha sido su ESTRELLA DEL CIELO DE DURANGO. Sólidos conocimientos, capacidad de trabajo, consagración personal y mucho amor son varios de los ingredientes que han logrado que Lilia Santaella y su Escuela de la Música Mexicana del Gobierno del Estado de Durango traspasen las fronteras de México. Ha llegado a lugares diversos de la República Mexicana cosechando renovados éxitos, y también a los Estados Unidos, Centro, Sudamérica, España y Cuba, donde se le considera hija adoptiva de la provincia de Cienfuegos. Recuerdo como si fuese hoy mismo, la noche en que las autoridades del Gobierno Provincial de Cienfuegos le entregaron el Escudo de la Ciudad. Dicen que los cienfuegueros somos difíciles para aplaudir porque somos muy exigentes con los artistas: les pedimos demasiado. Lilia Santaella es una verdadera gloria del arte, porque no en vano las salas de los teatros “Luisa” y “Tomás Terry” se inundaron de aplausos cuando ella fue a cantarnos. Sin una artista así, que combina la calidad artística con la humana y el sentir inspirador de la amistad, este libro que ya concluyo no hubiese sido posible. ¡Gracias infinitas, Lilia!

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