jueves, 6 de febrero de 2014

Cuba y México laten con un mismo corazón

Visitar México y confraternizar con su pueblo es siempre una hermosa experiencia. En mi condición de cubano me siento más que dichoso al visitar otra vez esta nación hermana donde cada vez se me multiplican y acrecientan afectos. Al caminar con desenfado las calles de ciudades como Durango, Colima, León, Tehuacán, Puebla o Guadalajara; contemplar el Teocali de Cholula que inspiró al poeta cubano José María Heredia; apenas cruzar pocas palabras con cualquier transeúnte y caer éste en la cuenta de que platica con un cubano, aparecen muestras de abundante afecto y simpatía hacia mi país, su pueblo, historia, cultura, la Revolución y sus líderes.

Me emocioné mucho cuando en Guadalajara Adrián Ruiz, hijo de mi buen amigo Guillermo Ruiz Jáuregui, me mostró visiblemente orgulloso un billete con la imagen del Che que hube de obsequiarle el año pasado, y que tiene en la sala de su hogar en sitio visible, conservada con esmero en un cristal. Más aún, constatar cuánto conoce de nuestra historia y de la vida del Guerrillero Heroico.
Si de cultura se trata, sería interminable este breve testimonio de mi nueva estancia acá.
La amistad, identificación y cariño entre nuestros pueblos están arraigados en lo más hondo de la historia; no es mera cuestión emocional improvisada. Recordemos que cuando Carlos Manuel de Céspedes dio el Grito de la Demajagua el 10 de octubre de 1868, el entonces gobierno mexicano, presidido por el Benemérito de América Benito Juárez reconoció de inmediato la beligerancia del pueblo cubano y su derecho a la independencia. El primer representante de una Cuba Libre en México fue el cubano Pedro Santacilia, yerno de Juárez.
Mucho antes de aquella fecha, en los tiempos en que el P. Félix Varela era perseguido por el colonialismo español por sus manifestaciones a favor de la independencia de Cuba, el primer presidente de México, el duranguense Guadalupe Victoria le brindó asilo.
Ejemplos como estos abundan. Significado especial tiene que Fidel, Raúl y los demás valerosos jóvenes que le acompañaron como expedicionarios del yate Granma escogieran México para la preparación de su viaje emancipador a la Patria en diciembre de 1956.
Hace escasos días en Santiago de Cuba, el 1ro de enero, el General de Ejército Raúl Castro Ruz,  Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto de conmemoración por el 55 Aniversario del triunfo de la Revolución, expresó textualmente: “…La Revolución triunfante debió enfrentar el fomento y la organización del terrorismo de Estado mediante el sabotaje y el bandidismo armado... la exclusión de Cuba de la OEA y la ruptura de relaciones diplomáticas por todos los países latinoamericanos, con la honrosa excepción de México…”
Este país de honda tradición nunca nos dio la espalda; así recordamos con respeto y cariño las manifestaciones de simpatía por la Revolución Cubana de su expresidente, el General Lázaro Cárdenas.
Nos unen lazos eternos: la cultura cubana está presente e integrada a la de México en manifestaciones como el Danzón, el Mambo, la Trova y el Bolero; la de México en Cuba a través de programas radiales de música y cultura mexicanas en todas las provincias de nuestro país. A lo largo y ancho de este archipiélago abundan mariachis y grupos dedicados a cultivar los géneros de la música tradicional mexicana.
Me consta por feliz experiencia personal cuánto se quiere en México a Cuba, cómo la gente, sin distinción de posición social, me dice con sonrisa cariñosa: “oye, cubanito, chico”, y yo les contesto alegre: “órale pues”.
Somos dos pueblos hermanos como los de toda la América Latina y el Caribe; nos une un poderoso cordón umbilical. Latimos con un mismo corazón.

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